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Volviste

  • Foto del escritor: Carla Messori
    Carla Messori
  • 18 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

Voy manejando vía su casa, hoy se cumple un año sin verla, un año desde que cometí el peor error de mi vida: dejarla sola, la deje cuando más me necesitaba, la deje porque no era lo suficientemente fuerte o bueno para ella, para lo que necesitaba, me sentía culpable o responsable, aun sabiendo que no hice nada… y aun así la deje sola, pero me asegure de que hubiera ido al trabajo, a su terapia, al gimnasio, le pedía a sus amigas que no la dejaran sola, organizaba con su familia actividades para que la llevaran, no quería que pasara más tiempo en casa del necesario… no la quería más triste.

-¡Maldita sea!- grito y golpeo el volante, el tráfico es horrible y está comenzando a llover.

Reviso mi celular, 7:46 pm, su hermana me dijo que lleva el día entero en pijama, sin comer otra cosa que no sea helado y galletas.

“Tú maldito imbécil, si tanto la amas, como sé que lo haces, porque llevas un año entero preocupado por ella, un año en que ella piensa que la dejaste y que nunca volverás, por favor termina el horrible sufrimiento de ambos… arrastra tu patética humanidad hasta su apartamento y arréglense” esas fueron las palabras de Victoria, su hermana cuando la vio esta mañana, me dijo que se iba a ir cerca de las 8 de la noche, e iba a dejar la puerta abierta, para que arreglara esta situación de mierda.

Aparco el carro frente a su torre, le envió un mensaje de texto a Victoria, solo me responde “me fui, ahora te toca a ti”

Es el momento, mi corazón se acelera cuando apago el carro, ahora si es real, siento que mi vida depende de este momento, de que ella me perdone, las manos me sudan mi respiración se acelera y veo mis manos temblar, corro debajo de la lluvia hasta que llego a la puerta de su apartamento, escucho música, ¿me escucho a mí? la puerta está entre abierta como dijo Victoria, la empujo y no hace ni el menor sonido, la veo en el sofá con los ojos cerrados, las luces están apagadas y en la televisión se reproduce un video de nosotros… un video en que toco el piano que está en casa de mis padres y le estoy cantando, camino lentamente hacia ella y me doy cuenta que con los ojos cerrados está llorando mientras tararea, esto hace que mi corazón se rompa otro poco más, como si eso fuera posible, me acerco a ella… a ella… las lágrimas empiezan a caer, no se ha percatado de mi presencia, estoy a menos de un paso de sofá donde ella esta y me hincó de rodillas… estiro mi mano temblorosa hacia ella… quiero tocarla, pero me da miedo, me da miedo que si la toco ella se va a romper, se ve tan frágil, pero toco la mano que tiene en su regazo, en eso abre los ojos y parpadea varias veces como si no diera crédito a lo que está viendo, aprieto su mano esperando una reacción de su parte a lo que ella me devuelve el apretón y extiende su mano libre hacia mí, la extiende con miedo, siento que se preguntan “¿Acaso es real?” Su mano apenas toca mi mejilla y yo recuesto mi cara en esa mano suave y tan familiar, su mano se desliza hacia mi cabello mojado, como tantas veces lo hizo en el pasado y no puedo más me termino de acercar a ella y me dejo caer en sus piernas a llorar –Dios cuanto la extrañe, extrañe su olor, sus manos, todo- y ella se echa sobre mí su cara queda en mi espalda y siento su llanto en mi franela.

Luego de unos minutos que se sintieron como horas pronuncio –Perdóname, perdóname.

-Shh, shh- es lo único que ella dice.

-Perdóname por haberme ido.

-Pero volviste- dice y se le quiebra la voz.

-Sí… volví y no me iré nunca más- digo levantando mi rostro de sus piernas.

Ella toma mi cara en sus manos y se desliza hasta quedar en el piso conmigo, me ve sin parpadear y luego me abraza, me fundo en ese abrazo -Es lo único que pido, que no te vuelvas a ir.

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