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¿Estoy bien?

  • Foto del escritor: Carla Messori
    Carla Messori
  • 1 oct 2018
  • 4 Min. de lectura

No quiero ir a casa, no quiero ver amigos, quiero estar sola, me niego a dar explicaciones de cómo me sigue afectando cuando todo el mundo insiste que ya debí superarlo, cuando creo que nunca lo superare, camino hasta que llego a la cafetería, el mejor pie de chocolate del mundo, que mejor idea que hundir mis penas en azúcar.

Solo me limite a pedir el pie de chocolate y malteada de fresa aunque mi apetito era casi inexistente, lo trajo casi de inmediato, levante la cara para darle un gracias apenas audible y el me respondió con una sonrisa gigante y muy cálida.

Tocan la puerta con unos golpecitos.

-Hola, ¿estás bien?- escucho y maldigo en voz baja y lo escucho reír–vamos a cerrar ya.

-Rayos, mmm me das unos minutos- necesito un momento antes de salir y enfrentarme a la realidad por alguna estúpida razón me sentía segura llorando en un baño.

-Si claro. Ya se fue mi jefe, tranquila, pero en serio, ¿estás bien?

¿Estoy bien? No lo creo, estoy lejos de estar bien.

-Lamento que te haya hecho quedarte, y estar bien, mmm bueno creo que no- me sorbo la nariz, los mocos me van a volver loca –si no, no estaría escondida en el baño de una cafetería.

¡Que grosera Camila! Está siendo amable.

-No te preocupes vivo atrás de la cafetería en un pequeño anexo, y bueno tienes razón.

-Disculpa, fui grosera- vuelvo a sorberme la nariz.

-Nada que disculparte, ¿sabes que he aprendido de trabajar en una cafetería?

-¿Qué?- espero que esto sea divertido ya que no esperaba este cambio de tema.

-Que a las personas les gusta hablar con un extraño.

-Entonces… ¿eres una especie de terapeuta?- realmente necesito uno ahora.

-Podrías decir eso.

-Bueno extraño, ¿estás preparado?

-Solo espero por ti- no sabe en lo que se metió.

-Antes de entrar aquí, me topé con alguien que me hizo mucho daño.

-¿Te hizo algo cuando te lo topaste?

-No…- nunca me costó tanto decir un monosílabo.

-Hay pequeños gestos que hieren tanto que preferirías un puñetazo- auch.

-Tienes razón, hubiera preferido un puñetazo a esa sonrisa cínica- maldita sonrisa –sabes jamás se disculpó, solo dejo la ciudad y no había vuelto en meses- voy a empezar a llorar.

-No estabas lista- jamás lo estaría.

-No, me siento débil, es como si él tuviera algún poder sobre mí.

-No creo que tenga poder sobre ti.

-¿Cómo estás tan seguro?

-No pareces ese tipo de chica, sobre el cual alguien tiene poder, no das la sensación de ser débil.

-Gracias- digo tratando de no explotar en llanto –me imagino que te lo preguntas.

-Claro que me lo pregunto.

Tomo una respiración profunda y larga, me limpio la cara con la manga del suéter y comienzo.

-Estaba en una discoteca y esta este tipo, todo grande y musculoso que me había invitado a bailar varias veces pero no estaba de humor así que lo rechacé, normal, cerca de la 1:30 AM él se vuelve a acercar pero esta vez me invita a su apartamento, obvio digo que no, ya me siento muy incómoda y digo “bueno ya me voy” pero sabes no quería que los demás dejaran de divertirse por mi culpa así que salgo y llamo un taxi, dice que llegara en unos minutos así que camino hasta la calle sola… -Cierro los ojos y siento que estoy ahí de nuevo -y entonces pasó, sentí un golpe en la cabeza, y caí al suelo, patada, patada logro voltearme y es él, el idiota que me invito a bailar –Respiro y trato de continuar sin llorar- tomo piedras del suelo y se las arrojo, pero ninguna fue lo suficientemente grande, me quito los tacones para tratar de correr, pero mi pie me duele y ¡pum! golpe en la boca, grito hasta que siento que mi voz se desgarra, más patadas y su asquerosa voz que repetía “acaso te crees tan buena, tan importante para pasar de mí, así como así maldita perra, eres una maldita” una patada más y escucho gente gritando, el tipo de seguridad y unos muchachos lo retienen.

-Maldito bastardo- eso es lo que dice el extraño al otro lado de la puerta.

-Eso fue lo que dijo mi amiga cuando me vio en el piso, en fin suplique para que me sacaran de ahí, y termine en emergencia con un esguince en el tobillo, una costilla rota, una astillada y demasiados moretones para ser contados, créeme lo intente –exhalo, siento que se me olvida respirar mientras hablo- un montón de fotos, denuncias y salió libre por un tecnicismo, solo tengo una orden de alejamiento en su contra, ahh y una cuenta en el hospital que su familia acepto a pagar.

-No lo puedo creer.

-Si… -suspiro- cosas que pasan, un niño rico y malcriado al que nunca le dijeron no.

-No sé qué decirte para tratar de hacerte sentir mejor.

-No tienes que decir nada, pero ¿puedes pasarme una tijera?

-Si pero no sé si deba dártela- este extraño es cauteloso.

-No tengo planes de suicidarme si a eso piensas, solo haré algo rapidito.

En unos momentos me pasa una tijera por el espacio que deje abierto de la puerta, hago una cola a la altura del cuello y corto por encima de esta, no quería verme así, no quería parecerme a la chica que golpearon, no más.

-¿Se puede saber qué haces?

-Ya salgo y extraño… ¿Cómo te llamas?

-Antonio ¿y tú?

-Camila- al decir esto abro la puerta y extiendo la cola de caballo en una mano – ¿Qué tal?- pregunto, solo espero una buena respuesta.

-Genial, para ser honesto el rosado no es tu color.

Me rio, me rio de verdad, me hace feliz su respuesta, tal vez tiene razón el rosado no es mi color,y si lo fue nunca más lo sería.

-Camila- extiendo mi mano para una presentación formal.

-Antonio, un placer- me gusta la sonrisa del extraño, bueno de Antonio.

-¿Puedo terminar mi malteada?

-Solo si puedo acompañarte- obvio que quiero su compañía.

Me gusta la calidez que emana Antonio, provoca abrazarlo, me hace sentir que él no me hará daño y que puedo confiar en él.

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