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¿Estás bien?

  • Foto del escritor: Carla Messori
    Carla Messori
  • 23 ago 2018
  • 6 Min. de lectura

Son las 10 PM, falta cerca de una hora para cerrar y ya quedan pocas mesas llenas; una mesa alejada pero cerca de la ventana hay una parejita en lo que creo es una primera cita –se nota porque la chica está un poco cohibida- en la barra esta un señor que viene todas las noches a cenar desde que su esposa lo dejo, hay una mamá comprando pie de chocolate para la niña que le está jalando la falda y entonces solo queda esa mesa en el rincón, alejado de todos que ahora se encuentra… ¿vacía?

Podía jurar que hace menos de 5 minutos estaba ahí la chica que llamo mi atención por tener el cabello largo como a la mitad de la espalda, de color castaño oscuro con las puntas rosado brillante, además de esto estaba triste… pues pidió el pie de chocolate y la malteada de fresa, nunca me vio a la cara, iba con un suéter muy grande para ser de ella y su voz fue apenas audible pude sentir que si hablaba más fuerte iba a romper en llanto.

Esto es lo que pasa cuando prácticamente vives aquí o los conoces a todos o simplemente aprendes a leerlos.

Pasan cerca de 30 minutos y solo queda el señor que se ha despedido por tercera vez del jefe, lo más seguro es que se sienta solo y no quiera llegar a casa, la parejita se monta en un taxi y por fin se van, solo queda la chica del cabello rosado, que según creo está en el baño, así que le doy un poco más de tiempo mientras recojo las sillas y mi compañera barre el piso; el jefe voltea el cartel de la puerta para indicar que ya cerramos, me hace señas para que vaya al baño, mientras mi compañera se quita el delantal y espera a su novio.

Toco la puerta con los nudillos.

-Hola, ¿estás bien?- escucho una pequeña maldición al otro lado de la puerta y me rio en silencio –vamos a cerrar ya.

-Rayos, mmm me das unos minutos.

-Si claro- tengo la sensación de que esos minutos no serán muy rápidos.

Me alejo de la puerta y me dirijo a mi jefe, le digo que ella ya va salir –sé que estoy mintiendo- asiente y se cierra la chaqueta.

-Es tu responsabilidad- es lo único que dice y se va, paso llave y apago las luces de la entrada antes de devolverme al baño de damas.

Me siento de espaldas a la puerta con las piernas cerca del pecho.

-Ya se fue mi jefe, tranquila, pero en serio, ¿estás bien?

-Lamento que te haya hecho quedarte, y estar bien, mmm bueno creo que no- se sorbe la nariz y continua –si no, no estaría escondida en el baño de una cafetería.

Sarcástica… genial, esto la hace más interesante.

-No te preocupes vivo atrás de la cafetería en un pequeño anexo, y bueno tienes razón.

-Disculpa, fui grosera- vuelve a sorberse la nariz.

-Nada que disculparte, ¿sabes que he aprendido de trabajar en una cafetería?

-¿Qué?- escucho algo que podría ser una risa, una muy pequeña risa.

-Que a las personas les gusta hablar con un extraño.

-Entonces… ¿eres una especie de terapeuta?

-Podrías decir eso.

-Bueno extraño, ¿estás preparado?

-Solo espero por ti.

-Antes de entrar aquí, me topé con alguien que me hizo mucho daño.

-¿Te hizo algo cuando te lo topaste?

-No…- ese “no” fue la cosa más triste que he escuchado, pude sentir que algo se rompió en ella –solo me sonrió, así como si nada.

-Hay pequeños gestos que hieren tanto que preferirías un puñetazo.

-Tienes razón, hubiera preferido un puñetazo a esa sonrisa cínica- no sé qué responder para que siga, siento impotencia, ¿qué coño le hicieron para que este refugiada en un baño? –sabes jamás se disculpó, solo dejo la ciudad y no había vuelto en meses- se le rompe la voz.

-No estabas lista.

-No, me siento débil, es como si él tuviera algún poder sobre mí.

-No creo que tenga poder sobre ti.

-¿Cómo estás tan seguro?

-No pareces ese tipo de chica, sobre el cual alguien tiene poder, no das la sensación de ser débil.

-Gracias- dice con la voz ahogada –me imagino que te lo preguntas.

Me gustaría mentir pero la curiosidad puede más.

-Claro que me lo pregunto.

La escucho respirar profundamente y sorberse la nariz antes de comenzar.

-Estaba en una discoteca y esta este tipo, todo grande y musculoso que me había invitado a bailar varias veces pero no estaba de humor así que lo rechacé, normal, cerca de la 1:30 AM él se vuelve a acercar pero esta vez me invita a su apartamento, obvio digo que no, ya me siento super incomoda y digo “bueno ya me voy” pero sabes no quería que los demás dejaran de divertirse por mi culpa así que salgo y llamo un taxi, dice que llegara en unos minutos así que camino hasta la calle sola… -la oigo respirar fuertemente, como si le pidiera permiso a sus pulmones para continuar -y entonces pasó, sentí un golpe en la cabeza, y caí al suelo, patada, patada logro voltearme y es él, el idiota que me invito a bailar –mi respiración se corta, y su voz se rompe un poco- tomo piedras del suelo y se la arrojo, pero ninguna fue lo suficientemente grande, me quito los tacones para tratar de correr, pero mi pie me duele y ¡pum! golpe en la boca, grito hasta que siento que mi voz se desgarra, más patadas y su asquerosa voz que repetía “acaso te crees tan buena, tan importante para pasar de mí, así como así maldita perra, eres una maldita” una patada más y escucho gente gritando, el tipo de seguridad y unos muchachos lo retienen.

-Maldito bastardo- es lo único en lo que puedo pensar y ella se ríe con tristeza.

-Eso fue lo que dijo mi amiga cuando me vio en el piso, en fin suplique para que me sacaran de ahí, y termine en emergencia con un esguince en el tobillo, una costilla rota, una astillada y demasiados moretones para ser contados, créeme lo intenté –no puedo creerlo, estoy indignado- un montón de fotos, denuncias y salió libre por un tecnicismo, solo tengo una orden de alejamiento en su contra, ahh y una cuenta en el hospital que su familia acepto a pagar.

-No lo puedo creer.

-Si… -suspira- cosas que pasan, un niño rico y malcriado al que nunca le dijeron no.

-No sé qué decirte para tratar de hacerte sentir mejor.

-No tienes que decir nada, pero ¿puedes pasarme una tijera?

-Si pero no sé si deba dártela.

-No tengo planes de suicidarme si eso piensas, solo haré algo rapidito.

Me levanto y voy a la cocina por una tijera, y se la doy por el espacio entreabierto que dejo, pasan los minutos y no dice nada.

-¿Se puede saber qué haces?- la curiosidad me mata.

-Ya salgo y extraño… ¿Cómo te llamas?

-Antonio ¿y tú?

-Camila- al decir esto, se abre la puerta del baño y me doy cuenta que lo que corto fue su cabello, lo lleva por encima de los hombros, ya no hay rastro de rosado – ¿Qué tal?- extiende una cola de caballo de lo resta de su cabello, sus ojos verdes ahora resaltan mucho más, su cara esta roja de tanto llorar, pero la imagen es tan tierna y delicada.

-Genial, para ser honesto el rosado no es tu color- logro hacer que se ría, una risa de verdad, honesta y se ve increíble mientras lo hace.

-Camila- y extiende su mano, la tomo y respondo.

-Antonio, un placer- su mano es muy suave sus uñas son cortas y están pintadas de negro.

-¿Puedo terminar mi malteada?

-Solo si puedo acompañarte- sonríe mientras pasa una de las mangas de su gigante suéter por su nariz, bota la cola de caballo y camina a la mesa.

Una mujer que se corta el cabello esta lista para cambiar, eso siempre lo decía mi mamá.

Creo que nunca había visto algo tan hermoso, como alguien que estaba tan roto como lo estaba ella pudiera brillar tanto, creo que me enamoré de ella, sí, eso fue lo que pasó…

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