Hotel
- Carla Messori
- 20 dic 2017
- 3 Min. de lectura
Escucho a las personas correr y gritar detrás de mí, hay música típica de una feria, mientras veo la rueda de la fortuna girar con varias parejas adolescentes besándose y tomándose fotos, veo niños jalando a sus padres para montarse en las sillas voladoras y los carritos chocones, grupos de chicos rumbo lanzar los dardos, veo una casa de espejos y veo la fecha en mi celular…
Llegue aquí por casualidad, necesitaba estar sola, tengo muchas cosas en mi cabeza, paso por este hotel abandonado a las afueras de la ciudad y decido dar un pequeño recorrido.
Subo hasta lo que fue una azotea lujosa, a través de unas escaleras llenas de polvo, paso por hermosas puertas ya gastadas, paredes con la pisturas desconchándose que alguna vez presenciaron historias que valdría la pena recordar. Llego a la azotea ahora está lleno de polvo y restos de plantas ya secas por la falta de cuidado.
Decido caminar por el borde de la azotea, siempre me ha gustado la sensación de vértigo, hace que se me acelere el corazón, me sudan las manos, esto me ayuda a aclarar las ideas; estoy aburrida… aburrida de mis amigos, de mi vida actual, cansada de ir a los mismos lugares, de tener una vida rutinaria, ir a la universidad y luego a la tienda de ropa donde trabajo. Llego a la esquina del edificio –rayos aquí tengo que dar la vuelta- lo hago lo más lento posible para no caerme, pero en eso escucho una corneta de un camión que me saca de mi perfecto balance, me distrae y me hace tambalear, no puedo volver a recuperar el equilibrio, no tengo nada de que sujetarme, pero alguien lo hace por mi… me toma del brazo y me ayuda a estabilizarme.
Wow, que guapo es, tiene el cabello largo a la altura de los hombros, una barba de tres días y unos ojos marrón claro, labios delgados, carga un vaquero desgastado, un suéter azul marino y una cámara Nikon colgado del cuello.
-Mmmm hola y gracias…- es lo primero que logro decir
-Hola! No pensé que el suicidio fuera contigo- dice con gracia cuando me logro sentar en la orilla, su voz es reconfortante siento la calidez que él me hace sentir bien.
-No me iba a suicidar, solo perdí el equilibrio… creo que eres mi héroe.
-Lo note, el sonido de la calle te saco de donde sea que estabas- desde hace cuánto habría estado aquí
-En realidad, la sensación de vértigo, de peligro me ayuda a pensar- digo en mi defensa - ¿Qué haces tú aquí?- no quiero dejar de hablar con él.
-Vine a tomar fotos –dice señalando la cámara, que cuelga en su pecho- y te vi llegar y pues me dije tengo que seguirla- me ve con una sonrisa de “no es obvio” –menos mal que lo hice, además saque unas fotos increíbles tuyas.
-Menos mal que lo hiciste y me gustaría ver las fotos.
-Fuiste la modelo perfecta, si lo hubiera planeado no hubiera resultado tan bien- enciende la cámara y me muestra las fotos, el hotel abandonado desde su punto de vista lo hace ver asombroso, y mis fotos se ven tan naturales, concentrada en nada en particular, solo yo siendo yo.
-Las fotos están geniales, parece que camino en la cuerda floja… pero ¿Por qué me seguiste?- digo porque tengo un poco de curiosidad.
-Cuando te vi llegue a la conclusión inmediata de que necesito invitarte a salir- dice encogiéndose de hombros y mientras sonreía, su sonrisa estaba un poco torcida, se le marcaba un hoyuelo del lado derecho, esa sonrisa se veía como problemas, del tipo de problemas que quieres en tu vida.
-¿Necesitas invitarme a salir?- esto es nuevo.
-Sí, lo necesito- hago una expresión de no entiendo –Necesito envitarte a salir porque en un futuro te vas a casar conmigo, a menos que aceptes a casarte ahorita- vuelve a sonreír y siento algo en mi estómago ¿mariposas? Si creo que es eso.
-¿Cómo estas tan seguro?
-Solo me casaría con alguien que viene a mi lugar favorito y es capaz de perderse en él como lo hago yo- dice levantando los brazos señalando el hotel.
-¡Feliz aniversario preciosa!- dice una voz sacándome de mis recuerdos, no ha cambiado mucho excepto el largo de su cabello, llega con un ramo de flores y una cámara colgando en el cuello como siempre.
-Feliz aniversario amor- digo dándole un beso, veo a los gemelos que pasan corriendo a nuestro lado rumbo a los carritos chocones.
-¿Puedes creer que han pasado 10 años desde que nos conocimos?
-Si… y tú pensabas que estaba loco cuando dije que te ibas a casar conmigo.
Me rio –tienes razón- lo tomo de la mano y recuesto la cabeza de su hombro, lo amo con locura.
Son 10 años exactos desde el día en el hotel y justamente un año después de ese día me case con él.

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