Mojada
- Carla Messori
- 8 nov 2017
- 2 Min. de lectura
El día esta nublado, llueve a cantaros… y oigo el timbre de la puerta de mi apartamento, me asomo por la mirilla y era Ella, mi corazón se aceleró de inmediato.
Respira me dije a mi mismo y abrí la puerta.
Estaba empapada, su largo cabello castaño chorreaba, su maquillaje estaba corrido pero juraría que nunca se había visto más hermosa, más sexy.
Estaba acelerada, parecía que hubiera corrido hasta acá, tenía esa sonrisa tímida, esa que pone cada vez que está tramando algo.
-¿Puedo pasar?- estoy tan hipnotizado con ella que no había dicho nada.
-Claro- me retiro de la puerta y la dejo pasar, no sé qué decir, así que me siento en el sofá
La veo jugar con su labio inferior y su pulgar, eso lo hace cada vez está nerviosa.
-Lo siento… tanto- es lo único que logro articular, mientras ella camina al otro extremo de la sala.
-Shh…- es lo que deja escapar de sus labios, sin quitar su mano de ellos.
Se saca sus tenis converse con ayuda de sus pies, mira al piso mientras lo hace, su chamarra se resbala y deja al descubierto uno de sus hombros, su cabello mojado cae hacia sus ojos y su mano deja sus labios solo para colocarlo detrás de la oreja, y luego vuelve a ellos, sube la mirada y me ve, solamente me ve y parpadea varias veces, hasta que da un paso hacia mí, luego otro son pasos lentos, como si estuviera midiendo mi reacción, pero no hago nada más que verla, estoy bajo su maldito hechizo, me escucho respirar con más fuerza pero no me muevo, no quiero que deje de caminar hacia mí, está a unos cuantos pasos, se detiene por un momento creo que esto es todo, vuelve a ver el piso y jala su labio inferior hacia abajo, veo como recobra la fuerza para dar esos pasos que la devolverán a mis brazos y lo hace. Abre sus piernas y se sienta sobre mi regazo con su mano libre me toca el cabello, ella esta helada por la lluvia pero que cálido y familiar se sentía tenerla tan cerca, la mano que estaba ocupada con sus labios se acerca temblorosa a mis labios y los recorre su tacto es tan frio como la nieve.
-Te extraño- dice y dejo escapar un suspiro, se acerca un poco más a mí –el tiempo se acaba…
Suena la alarma del despertador.
-¡Maldición!- Ella no está, se ha ido y jamás volveré a tenerla en mis brazos.

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